Vive, ama, que no mueres
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Para el ser humano, concebirse como una conciencia inmaterial que evoluciona en singular y hacia el infinito, plantearse la utilización de otros cuerpos de energía para moverse por el cosmos, y el hecho de no morir, es casi inimaginable. Se nos olvida que somos seres multidimensionales en un proceso de adquisición de sabiduría en múltiples niveles de realidad, y donde la Tierra es apenas uno de tantos escenarios para la conciencia.
La natural identificación con el cuerpo físico y la vida objetiva que transmiten los sentidos, unido a la ausencia total de educación multidimensional, llevan al alejamiento de la propia conciencia de ser. Esta desconexión con lo permanente, con lo eterno, con el hilo de la evolución continua, hace que vivir la vida humana sea un tema más arduo de lo que parece, siendo que estar vivo es la opción por defecto, porque solo hay vida en el Universo y la muerte no es sino el telón de fondo que te devuelve la verdadera valoración que tienes de la vida.
Paradójicamente se observa que el humano nunca está más vivo que cuando la muerte anda
cerca, o cuando está a punto de perderlo todo. Ahí parece que se enchufa de modo extraordinario a la vida, como si la vida solo pudiera vivirse in extremis.
A pesar de que el humano se ha acostumbrado a vivir al filo del miedo, al borde del ataque de ansiedad, bajo la máxima presión por casi todo lo que le rodea e incluso presionado a distancia, porque para tener miedo no se requiere que éste sea verdadero, ni siquiera posible; aún así, el humano se aferra a ese sinvivir que llama vida con uñas y dientes, tal vez siguiendo el eco de su lejana intuición de eternidad o de un viejo anhelo de poder vivir en plenitud algún día.
El asunto es que no acaba de materializar el sueño de ser feliz, se deja arrastrar por la inercia de una vida mediocre y sin sentido, sin terminar de creerse que es el autor de su realidad y sin ponerle verdadero empeño en vivir y amar. La vida son instantes sucesivos que transcurren implacablemente en un continuo multidimensional. ¿Qué pasa, que no se puede con tanta vida, y de vez en cuando hay que morirse un poco para tomar aliento?
Entonces seamos gratos hacia la muerte que nos da ese aliento, ese tiempo perdido donde parece que el ser se recupera de insensateces, de errores, de falta de planificación y se entrega a una tregua atemporal. Menos dramatismo si la muerte solo es el lapso, el parón, la alternativa a la dualidad de una vida que no se vive. Si no estás viviendo plenamente, ya estás muerto, y para eso no necesitas perder el cuerpo humano. Ya estás muerto porque no te estás implicando contigo, sacándole el jugo al presente, a tu creatividad, a tus valores, a tus afectos y a lo único que tienes que es tu vida. La muerte tiene muchas muertes que nos susurran niveles de desajuste, insatisfacción, patología, miedo, violencia, inseguridad con lo que absurdamente llenamos la vida.
La muerte también simboliza una mirada a la negatividad, al lado oscuro y sin resolver del propio ser y solo indica cuanto amor hay que echarle para poderlo transmutar. El amor y la muerte tienen muchos puntos de encuentro y afinidad porque ambos requieren de entrega, profundidad y verdad para su comprensión.
¿Y qué se puede hacer para estar siempre vivo y amando? Porque el tema de amar es consustancial con la vida, vivimos como amamos, y si admitimos que no estamos viviendo la vida, a qué le estamos llamando amar. Hay una vivencia que es incompatible con todo lo que sea disfrutar de la vida y de la energía de amar, que es el miedo. El miedo esclaviza la mente, la sumerge en un mundo irreal, virtual, que arraiga tenazmente en el cuerpo a través de las emociones que provoca, las sustancias bioquímicas que vierte en el torrente sanguíneo y el estado adictivo que todo ello crea en el equipo mente/cuerpo. Lo peor del miedo es que te acostumbras a vivir con él, se mimetiza con tus pensamientos, afectos, proyectos, y casi sin darte cuenta terminas planificando toda tu vida con miedo. El miedo es provocado socialmente y reaccionamos obedientemente a él desde un mundo interno domesticado y adicto a estar mal, a estar muerto, cuando se puede vivir magníficamente.
También hay que considerar que para estar vivo hay que tener una adecuada valoración del tiempo en el sentido de: prioridades inteligentes de vida (en qué se va tu precioso tiempo); toma continua de decisiones (si tú no decides tu vida, alguien la decide por ti); buena conciencia de los límites (si no pones tus límites vives limitado); cerrar ciclos y hacer balance objetivo de resultados, con ello recuperas la energía invertida en las cosas, valoras el retorno que has obtenido y planificas más eficientemente el futuro.
Para estar vivo y amar es indispensable saber gratificarse sin culpas, disfrutar de las pequeñas cosas, estar más en contacto con la naturaleza y con las personas que nos hacen sentir bien, destacar las cosas bellas de la vida, las buenas noticias, porque todo ello ayuda a cultivar el estado de alegría interior. Recuerda que ser positivo es un propósito de vida, vivir amargado y resentido es gratis.
Si empiezas a ser capaz de dar prioridad en tu vida a lo que te hace bien, sin miedo; a tomar decisiones desde lo que realmente te gusta y te hace feliz; a poner los límites a todo aquello que atenta contra tu equilibrio interno y tu ética, te darás cuenta de que solo se trata de hacer un esfuerzo por ir en la dirección correcta y aprovechar ese impulso para evolucionar, porque no hay más tiempo que perder en repeticiones de un pasado que no lleva a ninguna parte.
Si ya has descubierto las dos o tres cosas que te hacen bien, hazlas, no te justifiques, hazlas, si eres capaz de sostenerlas en el tiempo verás como tu entorno empieza a cambiar sin necesidad de propaganda, solo con tu nueva presencia, tu nueva actitud, el ejemplo vivo de tu nueva realidad. La transformación personal, es la mejor contribución que conozco a que los demás estén un poco mejor, si quieren.
Es tiempo de que la energía de amar empiece a notarse en nuestras vidas, y se notará a partir del amor que uno se de a sí mismo. Conocerse, valorase para poder amarse es el comienzo. Hasta ahora hemos vivido una forma de amor basada en el sacrificio, en la entrega irracional a los demás, en el peaje de las culpas hasta por ser feliz, sin dejar ningún hueco a la experiencia de ser uno mismo.
Hemos amado como se ama en tiempos de guerra, sin continuidad de futuro, al borde de la muerte, sin poder disfrutarlo completamente, sin confiar que es para siempre, porque nunca nos invitaron a la saludable convivencia con uno mismo, al aquietamiento interno, a la valoración de la paz por encima de todas las cosas. Si uno ya no está en pie de guerra consigo mismo, se acaba la guerra, si uno ya no se ve como el último en
merecer lo mejor, compartirá lo mejor con los demás, si uno ya conoce sus límites podrá mostrárselos a los demás sin dramatismo y con firmeza, si nos vamos acostumbrando a ser felices nos va a gustar mucho y vamos a querer más.
La vida dejará de ser un tema arduo para ser el gran tema de vivir plenamente en este Planeta que clama y se está preparando para ser el lugar de acogida de poblaciones evolucionadas y lúcidas, donde la nueva Humanidad será el primer beneficiario.
Ya no es el tiempo de salvadores, libertadores y demás protagonismos heroicos, es la era del trabajo consciente con uno mismo, de la resolución definitiva del conflicto que está dentro de ti y se refleja en tu medio ambiente.
Esta es tu responsabilidad, sólo depende de ti y sólo puedes resolverlo tú.
Paloma Cabadas © 2015
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